Blas Bombín. El pionero de la memoria.

2/04/2014

A los dos años, ya tenía ficha policial: Comunista peligroso, decía ésta, comoBlas Bombín un anticipo ominoso de lo complicada que sería su vida en adelante. Lo fue: dura, difícil, repleta de obstáculos. La muerte de Blas Bombín la pasada semana no pasó desapercibida para sus paisanos, pero la figura de este hombre natural de Torresandino merece ser rescatada del anonimato para el resto de burgaleses porque fue un ejemplo de valentía y dignidad en una época peliaguda y espinosa, cuando determinadas acciones podían resultar, sino suicidas, sí temerarias. Desde hace unos años -y no sin dificultades- se está llevando a cabo en España un proceso de restitución de la memoria de las víctimas del bando perdedor en la Guerra Civil a través de la exhumación de las fosas comunes en las que muchos yacen malenterrados desde aquellos años de fuego.

Blas Bombín, el primer alcalde comunista de la provincia de Burgos, fue también el pionero en España en acabar con esa ignominia: una de las primeras medidas que llevó a cabo como regidor de Torresandino fue excavar la fosa en la que habían sepultado a su padre, a dos tíos maternos y a otros tres vecinos, asesinados tras la sublevación militar de julio del 36. «Tuvo una vida muy dura, desde bien pequeño. Y aquel momento fue muy importante para él», dicen sus familiares.

Blas Bombín conoció la cárcel a una edad escalofriantemente temprana; tenía dos años cuando encerraron en el penal de Burgos a su madre, que lo llevó consigo. «Tenía el recuerdo de ver pasar por el ventanuco de la celda a las vacas», evoca su mujer, Ángeles. Consiguió su madre escolarizarle en un centro educativo de la capital, donde tampoco lo pasó bien, sufriendo episodios humillantes y vejatorios. A los 14 años le pidió a su madre abandonar el colegio porque no aguantaba más.

El estigma de hijo de republicanos le acompañó siempre, complicando cada paso de su existencia. Tan es así, que hasta que no llegó la democracia no le fue expedido el carné de conducir, pese a tener aprobadas las pruebas pertinentes. Dedicado a las tareas del campo, durante décadas condujo un tractor pero el no poseer físicamente el carné le valió numerosas multas e incluso el precinto del vehículo en una ocasión pese a tener en regla los papeles del mismo. Intentó exiliarse a Francia, pero apenas estuvo tres meses. «Veía que en España la vida era imposible para él, pero no se adaptó y regresó aun a sabiendas de que todo estaba en su contra».

 Un día feliz. «Blas fue perseguido toda la vida. Y aquello siempre le hizo fuerte. Le hizo tener un carácter fuerte, tener orgullo, coraje y carisma. De no haber sido así, no hubiese podido seguir adelante», señalan sus familiares. Fue toda una sorpresa que en las primeras elecciones municipales de la democracia, celebradas en abril de 1979, Blas Bombín, integrante independiente de una candidatura amparada por el Partido Comunista ganase en su pueblo, Torresandino, con el apoyo de la UCD. «Para él fue muy importante, muy feliz; creo que, de alguna manera, él pensaba que el pueblo se lo debía. Y quería demostrar que él valía. Fue un día de mucha alegría. Recuerdo que hasta lloró», apunta Ángeles.

Una de sus primeras decisiones que como alcalde tomó fue todo un símbolo: con una excavadora y cargados de picos y palas, organizó una expedición que se dirigió al punto exacto en la zona de La Horra donde siempre se había dicho que estaban enterrados su padre y los demás hombres. Estaban allí. Blas Bombín acababa de exhumar la primera fosa común de la reciente historia de España. Se celebró un funeral y un entierro civil. Pero no todo fue coser y cantar, claro. La democracia estaba recién nacida y las reminiscencias de la dictadura estaban aún muy presentes. Fue llamado a personarse ante el gobernador civil de Burgos, Antolín de Santiago.

Fue un encuentro tenso del que Blas salió más que airoso. Acusado de irresponsabilidad y de no tener autoridad para realizar un acto así, Bombín fue tajante: «Tengo la autoridad que me han dado los vecinos del pueblo en las urnas democráticamente, algo que no puede decir usted», vino a espetarle.

Nada le sucedió en aquella ocasión a Blas Bombín, que salió de allí digno y orgulloso, feliz por haber hecho un acto de justicia. Bombín agotó aquella legislatura como regidor de Torresandino, con sustos como el del 23-F, pero ya no volvió a repetir en las urnas. «La recuperación de los restos de su padre y de los otros fusilados le dio paz». Una paz de la que pocas veces disfrutó en vida. La paz de un hombre luchador, de un pionero que tuvo los arrestos de dignificar, cuando todavía el miedo era el abono de los días, la memoria de quienes cayeron víctimas del odio y la sevicia.

Fuente: www.diariodeburgos.es (23/03/2014)