Fuente: Diario de Burgos.
La única ventaja que tenemos sobre el paso del tiempo y la muerte es el recuerdo. Fernando Cardero Azofra y su hijo, Fernando Cardero Elso, han entendido como una «obligación moral» dar a conocer las calamidades que las presas burgalesas encarceladas en la prisión provincial de Burgos, actual Teatro Clunia, sufrieron y padecieron. Para los autores supone un «deber» reivindicar las humillaciones sufridas por estas mujeres que fueron detenidas durante la Guerra Civil y los primeros años de la dictadura franquista. Tampoco olvidan a aquellas de las que nada se conoce porque no hay documentación, ya que «fueron asesinadas antes de llegar al penal», explica Cardero Azofra.
Este binomio padre-hijo ya cuenta a sus espaldas con varios libros. Fue hace casi siete años, durante la presentación de uno de estos ejemplares, cuando una periodista se dirigió a Cardero Azofra y le preguntó que por qué siempre se hablaba de hombres represaliados. Ese fue el germen de Yo fui presa de Franco, padre e hijo se pusieron a investigar y, después de siete años, ha nacido la criatura.
En total, se calcula que en España hubo más de 30.000 mujeres presas políticas, sin embargo, poco o nada se ha dicho y se sabe de ellas. Así lo pudieron comprobar padre e hijo cuando se pusieron a buscar en bibliotecas y archivos. «Más allá de las trece rosas poco se ha escrito sobre las presas políticas», reconoce Cardero padre. La diferencia es que los nombres de las trece rosas recorren el tiempo y los pétalos de su historia vuelan en nuestra memoria. A juicio de Cardero hijo esto «no es casual», sino que el régimen franquista quiso que no se conociera su situación. «Había que ponerles nombres para dotarlas de pasado e historia», aclara Cardero Elso.
Comienza este libro mencionando ese 8 de diciembre de 1931 en que España «se acostaba injusta y retrógrada y amanecía justa y progresista», como se explica en la obra, al aprobar las Cortes el derecho de la mujer a votar. Es este un relato novelado en el que, a través del testimonio que una de estas presas cuenta en la década de los sesenta, se conocen sus vivencias personales en la cárcel pero también va presentando al resto de sus compañeras. Hasta 178 nombres y expedientes de mujeres retenidas en la cárcel de Burgos se citan en este libro. Con estos nombres se intenta recuperar las voces dormidas de aquellas mujeres que sufrieron por pensar distinto.
Además, como en toda novela, existe una trama. En este caso, la protagonista es una ayudante de un estudio de fotografía en Madrid que se encarga de realizar las fotos para las informaciones sobre el Congreso de los Diputados. Su relato es la fuerza que desplaza la losa del olvido que cubre las historias de las presas burgalesas.
Trabajo por la memoria
Burgos y Miranda son dos contextos que los autores conocen bien. Cardero Azofra es un ingeniero técnico agrícola jubilado que confía en que, en poco, «el Gobierno que este país elija» vuelva a poner en funcionamiento la Ley de Memoria Histórica. Su hijo es licenciado en Geografía e Historia y, entre los dos, cuentan ya con seis títulos publicados.
En este caso han necesitado mucha documentación e investigación. Los autores han estudiado datos recogidos del archivo existente en la Prisión Central de Burgos donde consultaron expedientes procesales, algunos de ellos se muestran en el libro. También han conversado con familiares de las presas, por lo que se han logrado descripciones exhaustivas.
«El libro va a doler pero hay que entender que la historia es de vencidos y vencedores y recuperar la memoria es un derecho, nunca un conflicto», advierte el autor más veterano.